Los niños adoptados conservan huellas neuronales de su idioma nativo


bebes adoptados

Un estudio del Instituto Neurológico de Montreal y el Departamento de Psicología de la Universidad de McGill, asegura que la lengua materna de un bebé crea patrones neuronales que perduran en el cerebro incluso en los casos que el niño deja de usar su idioma nativo. Estos casos pueden verse claramente en las adopciones internacionales, en las que los pequeños  terminan adoptando como idioma otro distinto al materno.

El estudio, publicado en el último número de PNAS, muestra la primera evidencia neurológica de que la lengua materna deja una huella permanente y visible en el cerebro de los niños. Esta huella es interesante, pues podría facilitar mucho el futuro aprendizaje de esa lengua.

Mayor facilidad para aprender el idioma nativo tras olvidarlo

El estudio se realizó con un grupo de 44 niñas de 9 a 17 años. Este grupo se dividió a su vez en 3 subgrupos. El primero, estaba formado por 11 niñas que habían nacido en una familia de habla francesa y no tuvieron contacto alguno con la lengua china. El segundo estaba formado por 21 niñas que procedían de familias chinas pero que habían sido adoptadas por familias de habla francesa antes de los 3 años, dejando de hablar chino y hablando únicamente francés. El tercero estaba integrado por 12 niñas bilingües que habían mantenido la fluidez en estos dos idiomas.

Se realizaron diversas resonancias magnéticas funcionales mostrando los cambios que se experimentaban mientras que las niñas escuchaban sonidos del idioma chino que no existen en lengua francesa. El resultado fue sorprendente; y es que los dos grupos que habían tenido contacto con esta lengua, fueran bilingües o no, mostraban actividad neuronal similar en una región específica del cerebro que no era activada en aquellas niñas que sólo habían tenido contacto con el francés.

Para los investigadores, esto significa que las representaciones lingüísticas creadas por el cerebro durante la primera infancia, pueden permanecer latentes durante años, incluso toda la vida, aunque se pierda la capacidad para hablar este idioma por adoptar otro a una temprana edad.

Así, podemos entender que los niños adoptados durante su primer año de vida, aunque posteriormente no vuelvan a tener un contacto directo con su lengua nativa, conservarán las rutas de procesamiento de ese idioma. Esto implicaría que si en un futuro el individuo comienza a aprender nuevamente esa lengua, quizá puedan tener mayor facilidad para hacerlo.

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