Cuando estamos embarazadas acudimos con mucha emoción a cada ecografía. Nos encanta ver a nuestro hijo y comprobar cómo va creciendo. Sin embargo no podemos evitar tener siempre el corazón en un puño esperando a que nuestro médico diga que todo va bien. Cuando nos dicen lo contrario, recibimos el peor de los golpes.
Consiste en que ciertas partes del corazón, válvula mitral, válvula aórtica, ventrículo izquierdo y aorta, no se llegan a desarrollar por completo. Es una enfermedad congénita que a veces no se diagnostica durante el embarazo, ni siquiera nada más nacer. En ocasiones son los padres cuando el bebé ya está en casa los que notan que algo no va bien.
En esos momentos a estos padres se les vino el mundo encima. Les dijeron que su hijo tenía un 85% de posibilidades de sobrevivir. Aunque pueda parecer mucho, si le damos la vuelta y pensamos en que nuestro hijo tiene un 15% de posibilidades de no sobrevivir, nos damos cuenta de la magnitud de la noticia.
A partir de ahí, se empezó a controlar rigurosamente el desarrollo del embarazo. A los cuatro días de llegar a este mundo el bebé fue sometido a su primera operación para reconstruir su aorta y abrirle el tabique auricular para que la sangre oxigenada llegara a todo el cuerpo. Seis semanas después Aiden pudo ir a Houston, a casa con sus padres. Después de ser constantemente controlado, a los cuatro meses se sometió a una segunda intervención.
Aún le queda una tercera operación que tendrá lugar antes de su tercer cumpleaños. En principio, a partir de ahí el pequeño llevará una vida casi normal, aunque controlando la evolución de su corazón.
Una historia que nos muestra lo vital que resultan los controles prenatales, ya que gracias a ellos a Aiden se le pudo empezar a tratar de su problema incluso antes de su nacimiento.
Cuando estamos embarazadas acudimos con mucha emoción a cada ecografía. Nos encanta ver a nuestro hijo y comprobar cómo va creciendo. Sin embargo no podemos evitar tener siempre el corazón en un puño esperando a que nuestro médico diga que todo va bien. Cuando nos dicen lo contrario, recibimos el peor de los golpes.
Consiste en que ciertas partes del corazón, válvula mitral, válvula aórtica, ventrículo izquierdo y aorta, no se llegan a desarrollar por completo. Es una enfermedad congénita que a veces no se diagnostica durante el embarazo, ni siquiera nada más nacer. En ocasiones son los padres cuando el bebé ya está en casa los que notan que algo no va bien.
En esos momentos a estos padres se les vino el mundo encima. Les dijeron que su hijo tenía un 85% de posibilidades de sobrevivir. Aunque pueda parecer mucho, si le damos la vuelta y pensamos en que nuestro hijo tiene un 15% de posibilidades de no sobrevivir, nos damos cuenta de la magnitud de la noticia.
A partir de ahí, se empezó a controlar rigurosamente el desarrollo del embarazo. A los cuatro días de llegar a este mundo el bebé fue sometido a su primera operación para reconstruir su aorta y abrirle el tabique auricular para que la sangre oxigenada llegara a todo el cuerpo. Seis semanas después Aiden pudo ir a Houston, a casa con sus padres. Después de ser constantemente controlado, a los cuatro meses se sometió a una segunda intervención.
Aún le queda una tercera operación que tendrá lugar antes de su tercer cumpleaños. En principio, a partir de ahí el pequeño llevará una vida casi normal, aunque controlando la evolución de su corazón.
Una historia que nos muestra lo vital que resultan los controles prenatales, ya que gracias a ellos a Aiden se le pudo empezar a tratar de su problema incluso antes de su nacimiento.
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