Esta noche

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Esta noche


Hoy, al atardecer, como cada día desde que naciste, le diremos “¡Buenas noches!” al sol que empieza a acostarse y esperaremos con una sonrisa tranquila la aparición de las estrellas. Comienza, así, nuestra noche mágica. Un momento de relajación, ternura y sosiego tras la trepidante aventura de la jornada.

Mientras mis manos embadurnadas de loción hidratante miman tu piel rosa, de porcelana y húmeda tras el baño, te contaré alguna historia y te haré reír. Inundaremos la estancia con perfume de bebé y pizcaré tu cabello para extraer caracolillos de esa cabecita inquieta. Te vas a dormir, sí, pero siempre limpia, aseada, peinada y bonita, muy bonita.

Encenderemos y apagaremos unas cuantas veces las luces, pues te encanta pasar de la claridad a la oscuridad y viceversa y nos insuflaremos vida la una a la otra uniendo nuestros dedos índices. Prepararemos nuestra música preferida, ésa que ya escuchabas cuando vivías dentro de mí, ésa que nos acompaña desde siempre y que nos ayuda a conciliar el sueño.

Será entonces cuando te ofreceré el pecho y te acomodarás en mi regazo cada vez más pequeño para alimentarte de mi amor. Luego, acariciaré tu carita, tus orejas, tu cuello, tu cabeza, tus manos... Y te observaré. Te veré caer poco a poco en manos de la quietud. Esperaré al letargo que te irá invadiendo.

Para terminar nuestra velada, me alzaré lentamente y con cuidado. Una vez de pie, apretaré con fuerza tu cuerpecillo contra el mío y comenzaré a mecerte y susurrar alguna nana perdida en mi mente. Volveré a apretarte mucho tratando de que vuelvas a introducirte en mi útero, ese lugar que sólo tú conoces. Y me emocionaré una vez más al recordar aquellos meses tan asombrosos en los que te presté mi ser.

Me contagiarás tu calma y me trasladaré a tu mundo. No querré salir de allí jamás pues es lo más maravilloso que conozco. Mi espalda, mis brazos y mi cuello me gritarán suplicando que te deje en la cuna para que ellos puedan, por fin, descansar. Pero el corazón les mandará callar, implacablemente. Y el cerebro, aliado con éste último, intentará aliviar la fatiga imperante en mi esqueleto acelerando el latido del corazón y la respiración de los pulmones para llenarme de oxígeno.

Pasado un largo rato impregnándome de ti y segura de haber guardado en el más privilegiado altar de mi mente ese momento, decidiré dejarte en tu cuna no sin algo de pesar por la separación temporal que eso conlleva y esperaré con la misma ilusión con la que en la niñez esperaba la llegada de los Reyes Magos, que tus ojos brillantes vuelvan a mirarme.

Esta noche, además, será aún más especial porque hoy cumples quince meses de vida y te voy a felicitar miles de veces. Esta noche, nada ni nadie va a impedir que pueda estar contigo. Sabes muy bien que vivo, junto a papá, en tu corazón, por eso, siempre voy a estar contigo.

Y cuando llegue el día en el que en lugar de quince meses sean quince años los que cumplas, estoy segura de que continuaré emocionándome con cada momento tuyo. Porque eres tú. Mi hija. Eres la mía.

Sinceramente, Mamá.
Ésa que te espera esta noche...


Hoy, al atardecer, como cada día desde que naciste, le diremos “¡Buenas noches!” al sol que empieza a acostarse y esperaremos con una sonrisa tranquila la aparición de las estrellas. Comienza, así, nuestra noche mágica. Un momento de relajación, ternura y sosiego tras la trepidante aventura de la jornada.

Mientras mis manos embadurnadas de loción hidratante miman tu piel rosa, de porcelana y húmeda tras el baño, te contaré alguna historia y te haré reír. Inundaremos la estancia con perfume de bebé y pizcaré tu cabello para extraer caracolillos de esa cabecita inquieta. Te vas a dormir, sí, pero siempre limpia, aseada, peinada y bonita, muy bonita.

Encenderemos y apagaremos unas cuantas veces las luces, pues te encanta pasar de la claridad a la oscuridad y viceversa y nos insuflaremos vida la una a la otra uniendo nuestros dedos índices. Prepararemos nuestra música preferida, ésa que ya escuchabas cuando vivías dentro de mí, ésa que nos acompaña desde siempre y que nos ayuda a conciliar el sueño.

Será entonces cuando te ofreceré el pecho y te acomodarás en mi regazo cada vez más pequeño para alimentarte de mi amor. Luego, acariciaré tu carita, tus orejas, tu cuello, tu cabeza, tus manos... Y te observaré. Te veré caer poco a poco en manos de la quietud. Esperaré al letargo que te irá invadiendo.

Para terminar nuestra velada, me alzaré lentamente y con cuidado. Una vez de pie, apretaré con fuerza tu cuerpecillo contra el mío y comenzaré a mecerte y susurrar alguna nana perdida en mi mente. Volveré a apretarte mucho tratando de que vuelvas a introducirte en mi útero, ese lugar que sólo tú conoces. Y me emocionaré una vez más al recordar aquellos meses tan asombrosos en los que te presté mi ser.

Me contagiarás tu calma y me trasladaré a tu mundo. No querré salir de allí jamás pues es lo más maravilloso que conozco. Mi espalda, mis brazos y mi cuello me gritarán suplicando que te deje en la cuna para que ellos puedan, por fin, descansar. Pero el corazón les mandará callar, implacablemente. Y el cerebro, aliado con éste último, intentará aliviar la fatiga imperante en mi esqueleto acelerando el latido del corazón y la respiración de los pulmones para llenarme de oxígeno.

Pasado un largo rato impregnándome de ti y segura de haber guardado en el más privilegiado altar de mi mente ese momento, decidiré dejarte en tu cuna no sin algo de pesar por la separación temporal que eso conlleva y esperaré con la misma ilusión con la que en la niñez esperaba la llegada de los Reyes Magos, que tus ojos brillantes vuelvan a mirarme.

Esta noche, además, será aún más especial porque hoy cumples quince meses de vida y te voy a felicitar miles de veces. Esta noche, nada ni nadie va a impedir que pueda estar contigo. Sabes muy bien que vivo, junto a papá, en tu corazón, por eso, siempre voy a estar contigo.

Y cuando llegue el día en el que en lugar de quince meses sean quince años los que cumplas, estoy segura de que continuaré emocionándome con cada momento tuyo. Porque eres tú. Mi hija. Eres la mía.

Sinceramente, Mamá.
Ésa que te espera esta noche...

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