Mi primera Navidad con mellizos

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Mi primera Navidad con mellizos


Hace un par de semanas escribí un cuento de Navidad muy tierno acerca de esa Navidad tan especial del 2010, ya que fue la primera Navidad que compartí con mis mellizos dentro de mí. La Navidad siguiente, sin embargo, fue mucho menos entrañable y bastante accidentada.

El año pasado por estas fechas mis mellizos tenían 5 meses y la verdad es que la llegada de la Navidad fue bastante desastrosa para nosotros. Para empezar tuvimos la fantástica idea de mudarnos a la casa nueva el día 20 de diciembre por lo que os podéis imaginar el estrés que teníamos. Además, para no trastocar demasiado los horarios de los bebés, decidimos que las comidas y cenas familiares se celebrarían en nuestra casa. El 23 de diciembre aún no había terminado de colocar la cocina y apenas sabía como funcionaban los aparatos nuevos.

Hasta entonces habíamos tenido siempre a los mellizos a nuestro lado en el salón en su minicuna ya que se despertaban continuamente, no tenían un patrón de sueño definido y acabábamos de salir de la horrible época de los cólicos. Sin embargo, unas semanas antes de la mudanza vimos que ya empezaban a tener un patrón de sueño más claro y periodos de sueño más largos (3 o 4 horas seguidas), por lo que empezamos a acostarlos por la noche en nuestra habitación antes de cenar para tratar de que poco a poco fuesen adquiriendo una rutina de sueño.

Pues bien, fue empezar estas fechas y esa pequeña rutina de sueño que habíamos logrado saltó por los aires estrepitosamente. Para empezar descubrimos algo que ya intuíamos; nuestra familia es pequeña pero ruidosa. Además mis mellizos, de alguna forma, notaron que había más trajín de lo habitual y se alteraron muchísimo. En concreto, el día de nochebuena acabamos cenando casi a la 1 de la mañana porque no había manera de dormir a los niños y cuando al fin lo logramos descubrí que el pavo no se había terminado de hacer porque sin querer le había dado al botón de pausa en el horno (hasta entonces ni siquiera sabía que los hornos se pudieran pausar).

Las demás comidas y cenas salieron un poco mejor, aunque el día de fin de año tuvimos que tomarnos las uvas en medio de la cena ya que a las 12 de la noche aún no habíamos terminado de cenar porque los niños no se querían dormir a su hora y también empezamos a cenar tarde. Las abuelas estaban encantadas de pasearles en brazos por toda la casa y hacerles todo tipo de monerías pero yo estaba de los nervios pensando que se me iba a pasar el arroz con marisco que había preparado.

Por lo demás, los niños no se enteraron demasiado de lo que es la Navidad y en cuanto a nosotros, pues no disfrutamos nada la verdad. Como os podéis imaginar, cuando llegó el 6 de enero respiramos aliviados, ¡Al fin se había acabado la Navidad! Y aún así los niños tardaron un par de semanas más en recuperar sus rutinas de sueño, y menos mal que lo hicieron porque hubo momentos en los que realmente pensé que nunca más conseguiríamos que durmiesen 4 horas seguidas.

En el la segunda parte de este post os contaré como nos ha ido la Navidad este año, ya que también ha sido un poco accidentada aunque por otras causas. De momento os dejo con un par de moralejas sobre lo que aprendí esa primera Navidad:

  • Moraleja 1: Mudarse en medio de la Navidad no es una buena idea por mucha ilusión que te haga estrenar tu nueva casa.
  • Moraleja 2: Los padres recientes con bebés menores de 6 meses deberían estar exentos de celebrar la Navidad.
  • Moraleja 3: Amamantar a demanda a mellizos de 4 meses y cocinar a pleno rendimiento durante casi 5 horas es materialmente imposible.
  • Moraleja 4: Debo dejar de ser tan orgullosa. Tenía que haber aceptado que nuestra familia nos trajese la comida hecha para la cena, y no empeñarme en preparar una sofisticadísima cena con mis propias manos.
  • Moraleja 5: El método para aprender a usar un horno nuevo basándose en el ensayo y error es muy arriesgado. Por algo el fabricante adjunta un manual de instrucciones con el electrodoméstico.
cerandina


Hace un par de semanas escribí un cuento de Navidad muy tierno acerca de esa Navidad tan especial del 2010, ya que fue la primera Navidad que compartí con mis mellizos dentro de mí. La Navidad siguiente, sin embargo, fue mucho menos entrañable y bastante accidentada.

El año pasado por estas fechas mis mellizos tenían 5 meses y la verdad es que la llegada de la Navidad fue bastante desastrosa para nosotros. Para empezar tuvimos la fantástica idea de mudarnos a la casa nueva el día 20 de diciembre por lo que os podéis imaginar el estrés que teníamos. Además, para no trastocar demasiado los horarios de los bebés, decidimos que las comidas y cenas familiares se celebrarían en nuestra casa. El 23 de diciembre aún no había terminado de colocar la cocina y apenas sabía como funcionaban los aparatos nuevos.

Hasta entonces habíamos tenido siempre a los mellizos a nuestro lado en el salón en su minicuna ya que se despertaban continuamente, no tenían un patrón de sueño definido y acabábamos de salir de la horrible época de los cólicos. Sin embargo, unas semanas antes de la mudanza vimos que ya empezaban a tener un patrón de sueño más claro y periodos de sueño más largos (3 o 4 horas seguidas), por lo que empezamos a acostarlos por la noche en nuestra habitación antes de cenar para tratar de que poco a poco fuesen adquiriendo una rutina de sueño.

Pues bien, fue empezar estas fechas y esa pequeña rutina de sueño que habíamos logrado saltó por los aires estrepitosamente. Para empezar descubrimos algo que ya intuíamos; nuestra familia es pequeña pero ruidosa. Además mis mellizos, de alguna forma, notaron que había más trajín de lo habitual y se alteraron muchísimo. En concreto, el día de nochebuena acabamos cenando casi a la 1 de la mañana porque no había manera de dormir a los niños y cuando al fin lo logramos descubrí que el pavo no se había terminado de hacer porque sin querer le había dado al botón de pausa en el horno (hasta entonces ni siquiera sabía que los hornos se pudieran pausar).

Las demás comidas y cenas salieron un poco mejor, aunque el día de fin de año tuvimos que tomarnos las uvas en medio de la cena ya que a las 12 de la noche aún no habíamos terminado de cenar porque los niños no se querían dormir a su hora y también empezamos a cenar tarde. Las abuelas estaban encantadas de pasearles en brazos por toda la casa y hacerles todo tipo de monerías pero yo estaba de los nervios pensando que se me iba a pasar el arroz con marisco que había preparado.

Por lo demás, los niños no se enteraron demasiado de lo que es la Navidad y en cuanto a nosotros, pues no disfrutamos nada la verdad. Como os podéis imaginar, cuando llegó el 6 de enero respiramos aliviados, ¡Al fin se había acabado la Navidad! Y aún así los niños tardaron un par de semanas más en recuperar sus rutinas de sueño, y menos mal que lo hicieron porque hubo momentos en los que realmente pensé que nunca más conseguiríamos que durmiesen 4 horas seguidas.

En el la segunda parte de este post os contaré como nos ha ido la Navidad este año, ya que también ha sido un poco accidentada aunque por otras causas. De momento os dejo con un par de moralejas sobre lo que aprendí esa primera Navidad:

  • Moraleja 1: Mudarse en medio de la Navidad no es una buena idea por mucha ilusión que te haga estrenar tu nueva casa.
  • Moraleja 2: Los padres recientes con bebés menores de 6 meses deberían estar exentos de celebrar la Navidad.
  • Moraleja 3: Amamantar a demanda a mellizos de 4 meses y cocinar a pleno rendimiento durante casi 5 horas es materialmente imposible.
  • Moraleja 4: Debo dejar de ser tan orgullosa. Tenía que haber aceptado que nuestra familia nos trajese la comida hecha para la cena, y no empeñarme en preparar una sofisticadísima cena con mis propias manos.
  • Moraleja 5: El método para aprender a usar un horno nuevo basándose en el ensayo y error es muy arriesgado. Por algo el fabricante adjunta un manual de instrucciones con el electrodoméstico.

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