Bueno, como ya te podrás imaginar, es lo más normal del mundo, así que, hasta ahí, tranquila.
El miedo es un arma de doble filo, porque tener miedo te pone de alguna forma en alerta e invita a buscar soluciones. Por ejemplo, si tienes miedo al dolor del parto, pues buscarás y trabajarás en intentar calmarlo: técnicas de relajación, respiración etc. El problema viene cuando tienes tanto miedo que resulta contraproducente. Con el mismo ejemplo del parto, si el miedo es tan grande que te paraliza, entonces probablemente obtengas una especie de efecto rebote, como cuando tienes miedo a conducir y te bloqueas tanto que te falta cerrar los ojos y esperar el porrazo.
Yo te invito por tanto a analizar tus miedos, a identificar cuáles puedes controlar y cuáles no, y por supuesto a centrarte en aquellos que puedas controlar.
Son ejemplos muy genéricos y simples, pero suficiente como para que puedas reflexionar sobre aquello que está en tus manos y aquello que no. Así que como miedos vas a tener sí o sí, es mejor no negarlos, escucharlos y avanzar teniendo más claro cuáles son tus opciones en cada caso.
Vive cada etapa intensamente. Escucha tus miedos cuando aparezcan, pero intenta que no se instalen en tu cabeza. Cada vez que me monto en avión me repito lo mismo a la hora de despegar: “ya está todo el pescado vendido” y con eso me quedo hasta poner un pie de nuevo en tierra, momento en el que digo: “gracias”. Todo menos perderme las maravillas que te permiten viajar, aunque a veces dé miedito. Pues eso.
Bueno, como ya te podrás imaginar, es lo más normal del mundo, así que, hasta ahí, tranquila.
El miedo es un arma de doble filo, porque tener miedo te pone de alguna forma en alerta e invita a buscar soluciones. Por ejemplo, si tienes miedo al dolor del parto, pues buscarás y trabajarás en intentar calmarlo: técnicas de relajación, respiración etc. El problema viene cuando tienes tanto miedo que resulta contraproducente. Con el mismo ejemplo del parto, si el miedo es tan grande que te paraliza, entonces probablemente obtengas una especie de efecto rebote, como cuando tienes miedo a conducir y te bloqueas tanto que te falta cerrar los ojos y esperar el porrazo.
Yo te invito por tanto a analizar tus miedos, a identificar cuáles puedes controlar y cuáles no, y por supuesto a centrarte en aquellos que puedas controlar.
Son ejemplos muy genéricos y simples, pero suficiente como para que puedas reflexionar sobre aquello que está en tus manos y aquello que no. Así que como miedos vas a tener sí o sí, es mejor no negarlos, escucharlos y avanzar teniendo más claro cuáles son tus opciones en cada caso.
Vive cada etapa intensamente. Escucha tus miedos cuando aparezcan, pero intenta que no se instalen en tu cabeza. Cada vez que me monto en avión me repito lo mismo a la hora de despegar: “ya está todo el pescado vendido” y con eso me quedo hasta poner un pie de nuevo en tierra, momento en el que digo: “gracias”. Todo menos perderme las maravillas que te permiten viajar, aunque a veces dé miedito. Pues eso.
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