Neonatología, esa dimensión desconocida

Algún día le voy a preguntar a Ringo si se acuerda de sus primeros 13 días de vida, esos que pasó en el sector de cuidados intensivos de bebés recién nacidos que se llama Neonatología, o que los padres y médicos decimos Neo, para abreviar.

Me da curiosidad saber si recordará los ruiditos de las alarmas de los monitores sonando constantemente, como un titilar de relojero. Las pantallas mostrando infinidad de números, descifrables sólo para los doctores. Los llantos de los otros bebés de las cunas contiguas, apremiados por el hambre o el sueño, o las ganas de estar cerca de sus padres. El séquito de enfermeros y enfermeras que lo cuidaron, día y noche en los lapsos de tiempo que no estábamos junto a él.


¿Recordará el día que tuvo que estar debajo de una lámpara, con los ojitos vendados, porque el índice de bilirrubina le había dado un poco alto? ¿Y cuando se hizo el estudio de las arterias a la semana de nacer? Yo esperando del otro lado de la puerta me angustié como una marrana escuchando los gritos de un bebé, que no eran de Ringo. Según el médico, todo había salido muy bien y no era nuestro pequeño el que lloraba. Nunca sabré si esa información era cierta.

Ana María, la puericultora que nos ayudaba a las primerizas a lidiar con la lactancia, hablaba de Neo como la dimensión desconocida. Claro… ¿Quién se imagina esperando la autorización de una empleada de seguridad para poder ingresar a ver a su hijo, cuando lo único que uno quiere es abrazarlo todo el tiempo después de haberlo tenido nueve meses en la panza? ¿Cómo se les explica a los familiares que aún no pueden conocer al recién nacido, que sólo pueden pasar padres y abuelos, por normas del hospital? ¿Cuántas personas conocen lo que es un lactario? ¿Alguien se imagina lo que es que en la cuna de al lado de tu hijo se muera un bebé, que no soportó una infección intrahospitalaria?

Conocimos muchas historias de familias extraordinarias, fuera de lo común, historias que nadie proyecta durante el embarazo, pero que también suceden y son reales. Seguramente Ringo, cuando pueda contestarme, me va a decir: “Mamá, ¡cómo me voy a acordar  de esos días, si era un bebito!”, y tendrá razón. Para mí fue todo tan intenso que siento que más allá de haber sido madre, la experiencia de estar tan cerca de la vida y la muerte me modificó para siempre. No creo que lo pueda olvidar.

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