Cambiando la mirada

Yo también pensé eso cuando recibí la noticia, aquel fatídico 30 de diciembre de 2014, aunque ahora me cueste reconocerlo. Si no estaba preparada durante el embarazo para enterarme de que mi bebé, el proyecto más importante de mi vida, no iba a ser el niño perfecto que soñaba, menos lo hubiera estado al momento del nacimiento, ahí cuando la ansiedad por conocerlo ya está en su punto caramelo.

“Estamos de luto hace una semana”, dijo Ezequiel mirando a una bebé hermosa, rellenita y dormida como una santa, acostada en el regazo de su mamá. Las palabras sonaron en el salón duras, como un piedrazo al corazón. Hablaba del nacimiento de su hija Vera, de siete días, como un velorio. El hombre, de alrededor de 30 años, continuó su relato mientras su mujer asentía con tristeza. “Durante los nueve meses todos los estudios nos dieron bien, analizamos cada ecografía y lo peor que pienso ahora es que no nos dieron el derecho a elegir”, continúo, y ya casi nadie pudo mirarlo a los ojos.

Lo contó en una reunión de papas nuevitos de Asdra, la asociación que nuclea a los padres de niños con Síndrome de Down en Argentina, que se realiza los terceros miércoles de cada mes.


Antes habían hablado de sus respectivas experiencias varias familias. Muchos casos similares al de nuestro hijo, con operación de ductos exitosa, aumento de peso normal, relactancia, etc.  Otros con muchos días en neonatología, con patologías asociadas diferentes pero con la misma sensación de lucha y felicidad que tenemos todos los que ya disfrutamos de la mirada de nuestros hijos. Me tocó el turno y hablé de mi, y de la dificultad de subir el peso de Ringo, la tediosa espera de la decisión de operarlo o hacerle un cateter y mis conflictos con no poder darle la teta.

Luego le tocó hablar a Ezequiel y todos lo escuchamos, asombrados. Una de las mamás más antiguas del grupo tomó la palabra. “Acá no estamos para juzgar y todos pasamos por esa etapa así que date el lugar para tener todos esos sentimientos”.

Si, yo estuve en el lugar de Ezequiel, aunque lo haya mirado con ojos de jueza de la moral al principio. El miedo a lo desconocido no me dejaba ver lo que podía llegar a ser mi hijo, sólo veía estereotipos y fantasmas, historias de tristeza y una vida llena de decepción. Por suerte fue una etapa que ahora está en el recuerdo, y que seguramente los padres de Vera también atravesarán.

Dejé el bebé al cuidado de mi mamá, llena de mamaderas listas y  recomendaciones varias. La reunión duró casi tres horas. No me daban las piernas para volver a casa a abrazar y besar a ese ser que hoy es la razón de mi vida.

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