Corazón

Uno de los primeros salvavidas que me cayó del cielo en los momentos que sentí que me ahogaba de la angustia fue haber conocido a otros padres que habían pasado por lo mismo que estaba pasando yo.

Cecilia, mamá de Ezequiel, de 19 años propuso encontrarnos en el bar de Acoyte y Rivadavia uno de los primeros días de enero de este año. Me dijo que sintió exactamente lo que yo estaba sintiendo. Que fue un shock fuerte enterarse el día del parto y que al principio no lo podía aceptar. Que no tenga miedo, porque de a poco el amor va ganando y todo se va acomodando. Que tuvo dos hijos más pero que Ezequiel- que juega al fútbol, se mensajea con amigos por WhatsApp y toca el piano a las maravillas- ‘es el amor de su vida’.

Recuerdo en esos días haber hablado por teléfono con Bettina, mamá de Lara de 7 años. Aunque muchas veces las cosas se le complicaban, y todo parecía hacerse más difícil, su hija le había enseñado la paciencia y la espera. ‘Es mi maestra del corazón’ le escuché decir con un tono de voz que mostraba emoción y a la vez fortaleza.


En noches de insomnio, como ésta, leí miles de anécdotas como las de Cecilia y Bettina. Al principio me costaba mucho no terminar llorando, tratando de no hacer mucho ruido para no despertar a Sebastian. Del llanto pasé a la emoción, y de ahí a la risa. Me di cuenta de que me podía reír mucho más sacando el velo del diagnóstico y llegué a la conclusión de que estos seres, cuando uno logra saltar la barrera del prejuicio, inevitablemente van directo a tocarte el corazón, como si fuera un botón para activar. Para ser más amorosos, más alegres, más pacientes. ¿Será esa la misión de Ringo?

Me enteré también de que los bebés especiales tienen una tendencia a presentar complicaciones cardíacas que se detectan en las ecografías prenatales. Ringo no es la excepción y puede llegar a tener una coartación de Aorta, ya que uno de sus ventrículos está más grande que otro, me explican. ‘Pero no te preocupes, eso se verifica luego del nacimiento, si es necesario se opera y todo sale bien en un 99% de los casos’, aseguran.

Mientras tanto, yo tejo. Aprendí a hacer amigurumis, unos muñequitos con una técnica sencilla de tejido a crochet que me entretiene y me hace concentrarme en otras cosas. Sobretodo cuando tengo encargues de mi sobrina, Mora Luz, quien insistentemente me manda mensajes de voz. -¡Tía, la muñeca, tía, la muñeca!-. Así que yo tejo y tejo. Y me acuerdo de Cecilia,  y de los otros padres, y de los otros hijos. Y ya no tengo miedo.

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