La medida de las cosas

“Muchas cosas que antes te parecían importantes se desvanecen y a otras, nuevas, le das una relevancia superlativa” me dijo Carla, mi hermana a la que entiendo más profundamente desde que compartimos la experiencia de ser madres.

Poco importa hoy cuántos kilos pude bajar desde la cesárea de Ringo, aunque soy consciente de que quedé bastante panzona. ¡Hasta me sucede en tiendas que me quieren hacer evitar las colas para pagar, pensando que estoy embarazada! Varias abuelas, avaladas por su doctorado en maternidad dictado por la universidad de la vida, ya me han dicho que el cuerpo de la mujer tarda aproximadamente un año en volver a la normalidad luego del parto. Y les creo. Los kilos que de verdad me importan son los del bebé, que su peso esté bien, que pueda seguir creciendo para poder hacerle todas las intervenciones en el corazón. Que pueda desarrollarse bien.

Hasta el tiempo se modifica. El tiempo de las madres ya no se mide en horas. Los minutos y segundos no son las unidades, sino que la llegada de un hijo cambia por completo las medidas hasta el momento conocidas. Uno parece olvidarse del reloj convencional.


La cantidad de sueño que duerma no dependerá de cuán cansada esté, sé que podré dormir entre cambio de pañal y pañal, entre mamadera y mamadera. El tiempo que logre descansar dependerá de las necesidades del pequeño y hermoso ser humano que ahora ocupa parte de la casa.

Ya no tiene demasiada relevancia cuándo fue la última vez que me teñí el pelo, me fui a depilar o si una amiga se olvidó de venirme a visitar. Lo que sí de verdad interesa es hace cuánto le di de comer, si me van a alcanzar los pañales para el día siguiente o si puse hace mucho el sacaleches en la olla hirviendo para esterilizar.

Mis lápices de labios se pueden renovar después de 200 pañales, no hay apuro. El cepillo de dientes puede durar más de 10 latas de Leche de Fórmula, ya habrá momento de cambiarlo. Zapatos nuevos me podré comprar luego de por lo menos 30 kilómetros del cochecito de bebé recorridos, no es mi prioridad.

En esta era de la imagen, en la que es ley atestar las redes sociales con poses ficticias generar controversia y polémica, comentarios y pulgares para arriba, hay una sola foto que me importa. La saqué yo, mientras Ringo jugaba con su papá hace un par de noches y la fui a imprimir ni bien tuve un hueco de tiempo. La tengo pegada en la heladera con un imán y me alegra cada día. Es la de su primera sonrisa.

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