Cosas nada cinéfilas de ser mami


cine y embarazo

Os he hablado de muchos temas relacionados con el embarazo y el cine, pero lo que no he comentado aún en ningún post es todo lo que conlleva ser madre y que no tiene nada que ver, ni mucho menos, con lo que nos muestra el séptimo arte. Vamos, que ser mami tiene poco de cinéfilo.

¿Y a qué me refiero con esto? Pues si ya os expliqué todo las mentirijillas que nos cuentan en las películas acerca del estado de buena esperanza, lo que viene después, en los dos primeros años del bebé, ya ni te cuento lo alejado que está de lo que vemos en la gran pantalla.

Y comienzo a enumerar, que se ha convertido en mi fórmula característica de cada post:

  1. Acabas de dar a luz y la barriga desparece como por arte de magia. Así nos lo han hecho creer las películas. Mamás que salen del hospital con la barriga intacta, y no esa especie de piel elástica, con la textura más parecida a un chicle que a un vientre humano. Pero tranquilas. Sólo es cuestión de tiempo, aunque para algunas se prolongue más de lo esperado su vuelta a la normalidad.
  2. Nace el niño y se agarra a la teta cual imán. En el cine suele pasar eso y, en algunos bebés, no voy a negar que también puede ser así. Pero desgraciadamente, al principio requiere de cierta destreza, insistencia y, sobre todo, de ayuda de expertas (abuelas, tías, hermanas, cuñadas o enfermeras) para que el neonato sepa extraer la leche correctamente. Eso sí, una vez pasada la dificultad del comienzo, todo va sobre ruedas. Y puedes disfrutar de una lactancia materna maravillosa (que ha sido mi caso).
  3. De repente te das la vuelta, y el niño está dando sus primeros pasos, solito y con una maestría increíble. Me reitero. Hay casos y casos. Pero lo lógico es que el niño -entre los 11 y los 18 meses de edad- (algunos incluso antes) empiece a caminar. Pero poco a poco. Y primero, con ayuda de los padres, es decir, uno lanzándolo y el otro poniéndose en la meta. Cada vez con mayor distancia. Y sí, muchas veces se atreverán solos e inesperadamente, pero no de ese modo tan espectacular y espontáneo como en algunas películas en las que aparecen bebés. Es todo mucho más progresivo, por así decirlo.
  4. Te incorporas al trabajo y todo va como la seda. Te cuida al bebé una canguro perfecta. Y vuelves a casa y todo es felicidad. Gracias a Dios no he experimentado ese retorno a la vida laboral como la mayoría de mujeres españolas, ya que al ser freelance y trabajar desde casa siempre he podido estar con mi hija, hasta hace poco que ha empezado a ir a la guardería. Pero tengo muchas amigas con hijos y sé que la vuelta a la vida laboral no es como en el cine, y que por mucho que te entusiasme tu trabajo, regresar tras la baja maternal es más que duro. Las canguros, que casi siempre son las abuelas, lo hacen lo mejor que pueden pero la realidad es que al regresar a casa te sientes culpable por haberte perdido cualquier progreso, mueca o mínimo detalle de tu pequeño. En resumen: la conciliación familiar y laboral no es como la pintan en el cine ni en ningún sitio. La realidad es bien distinta. Y las madres (y los padres también, por supuesto), lo saben.
  5. Te vas de cena romántica con tu pareja cada dos por tres, y también de viaje, dejando al bebé con tus padres o tus suegros y quedándote tan tranquilo. Sé que muchos padres son así, como en las películas. Y no les juzgo en absoluto. Cada uno es como es, sin ser por ello mejor o peor padre. Pero la realidad de la mayoría de padres es bien distinta. Una gran parte no nos podemos despegar de ellos en sus primeros años de vida ni para irnos de cena, y mucho menos de viaje (¿qué haríamos más de tres días sin ellos?). Y es que un bebé tiene un poder especial, algo que nos atrae y que hace que queramos estar siempre con él/ella protegiéndolo y mimándolo. Y hasta que no pasan un par de años cuesta la vida separarse un minuto de ellos.

Tendría para varios post porque se me ocurren muchísimas más cosas nada cinéfilas de ser madre, pero me quedo con estas cinco, que son las que considero más destacables.

Conclusión: ser madre tiene poco que ver con cómo nos lo pintan en el cine pero es tan tierno, duro e increíble al mismo tiempo que me encanta que no sea como en las películas, porque es algo que nadie, ni siquiera el cine, puede explicar, porque aunque suene a tópico, no se sabe verdaderamente lo que significa hasta que no se experimenta.

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