Soy madre soltera ¿Y si la gente me pregunta por el padre?


Soy madre soltera, porque así lo he elegido o porque las circunstancias de la vida me lo han dado hecho. A partir de esa afirmación y conscientes de que vamos a llevar a término un embarazo en solitario, un parto y una vida familiar con nuestro hijo o hija, no hay porque sentirse ni más ni menos que las demás mujeres, y mucho menos diferentes.

Desde el momento que supe que estaba embarazada me sentí profundamente orgullosa de la familia que iba a crear. Jamás mire si el resto de las familias que me rodeaban eran mejores o peores que la mía. La mía era la que más me gustaba, eso lo tenía claro. Y como en el resto de las familias tendría sus momentos más álgidos y también los más bajos.

Madre soltera sin padre

Con mi tripita ya crecida, si alguien me preguntaba: ¿Y el padre? Nunca tuve reparos en contestar – si es que me interesaba contestar a esa persona – que era hija de un donante de esperma. Yo me sentía orgullosa de mi elección y de ser madre soltera y así se lo quería hacer sentir a mi hija, porque posteriormente supe que era niña. Ya en el carrito cuando recorría orgullosa como las demás madres los parques cercanos a mi casa, si alguna vecina o persona hacía alusión al padre, mi respuesta era siempre la misma: “es hija de un donante de esperma, no hay papa, pero sí una gran mamá”. En la guardería fue lo primero que dije cuando inscribí a mi hija, orgullosa de mi modelo de familia “monomarental” y en el colegio lo mismo.

Si algún compañero de mi hija me ha preguntado en alguna ocasión o algún padre o madre del colegio por el padre de mi hija… siempre he dicho y muy orgullosa: “no hay papa, hay un donante de esperma, que hizo que lograse tener esta hermosa familia”.

Embarazo en solitario sin padre

Pocas personas discreparon de mi decisión de maternidad en solitario y a aquellas que lo hicieron con educación les regalé mis oídos. A las que no, les ofrecí una respuesta tan irrespetuosa como su opinión. Aún recuerdo quien me dijo: “Qué lástima, esta niña no es fruto del deseo” y ni corta ni perezosa le contesté “Menos mal que del tuyo no, sí del mío. Es muy afortunada, lástima me das tú, por vivir entre las rejas que te impone tu cerebro”.

Nuestros hijos son una esponja, absorben todo lo que nosotros les trasmitimos y si nosotras hacemos que se sientan orgullosos de su familia, indistintamente de cómo esté compuesta, ellos se sentirán orgullosos y felices.

Aún así muchas personas me preguntan… ¿Y qué pasa cuando ve a otras familias, las de sus amigos del cole o las de su entorno y ve que hay un papa y una mamá?, ¿No echa en falta a un papá? Y yo siempre respondo: “se echa en falta lo que se ha tenido y se ha dejado de tener, no lo que no se ha tenido” y “ la felicidad consiste en ser feliz con lo que uno tiene, que siempre es mucho, y no con lo que otros tienen”, porque mientras deseamos tanto aquello que otros tienen imaginando que son más felices se nos escapa la vida sin disfrutar de lo que uno tiene, que puede ser tan bueno como lo del otro y, a veces, “las apariencias engañan” . Una familia no es más feliz o menos porque esté compuesta de mamá, papá y sus hijos. No. Una familia es más o menos feliz cuanto más cariño, amor, comprensión, empatía, ayuda, solidaridad, educación, y todo ese si fin de cosas, que dependen de sus miembros. Como dice el famoso dicho: “no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita”.

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