Mi ombligo, desde entonces unido con el de otra persona que habitaba dentro de mí, pasó a ser el punto alrededor del cual giraba el universo… O eso creía yo.
La parte preferida de mi cuerpo, ese conjunto firme, fuerte, plano, sensual y brillante de músculos, se preparaba para el cambio más importante de su vida. Y esto no era una percepción subjetiva y distorsionada de la realidad, sino una verdad en toda regla.
Durante todos estos meses de embarazo, en mi vientre se ha librado una batalla entre el feto y los músculos abdominales, el útero, el estómago, los pulmones, los nervios colindantes, la piel y otros órganos vecinos. Ha ganado el bebé, sin duda. Éste, ha colonizado el útero y ha extendido su territorio hasta el infinito. Ha desplazado sin ninguna consideración y ni se sabe dónde a unos cuantos órganos vitales. El estómago ha sido desterrado y envuelto en una amalgama agria de vómitos, náuseas, ardores y jugos gástricos. Los pulmones, antes libres, se sienten ahora encarcelados en las costillas que los presionanconstantemente.
¿Y los músculos abdominales? ¿Dónde se encuentran aquéllos que consideraba mi “ojito derecho”? No importa donde están. No importan todos los cambios habidos. No importan los malestares. No importa cómo quedará mi particular centro del universo, es decir, mi vientre, tras este viaje.
Cuando mi hija salga victoriosa y vea la luz por vez primera, estaré orgullosa de saber que, se quede como se quede y presente la apariencia que presente, mi tripa va a ser el resultado del triunfo de mi niña. Y su éxito en esta vida es lo que más me importa ahora.
Mi ombligo, desde entonces unido con el de otra persona que habitaba dentro de mí, pasó a ser el punto alrededor del cual giraba el universo… O eso creía yo.
La parte preferida de mi cuerpo, ese conjunto firme, fuerte, plano, sensual y brillante de músculos, se preparaba para el cambio más importante de su vida. Y esto no era una percepción subjetiva y distorsionada de la realidad, sino una verdad en toda regla.
Durante todos estos meses de embarazo, en mi vientre se ha librado una batalla entre el feto y los músculos abdominales, el útero, el estómago, los pulmones, los nervios colindantes, la piel y otros órganos vecinos. Ha ganado el bebé, sin duda. Éste, ha colonizado el útero y ha extendido su territorio hasta el infinito. Ha desplazado sin ninguna consideración y ni se sabe dónde a unos cuantos órganos vitales. El estómago ha sido desterrado y envuelto en una amalgama agria de vómitos, náuseas, ardores y jugos gástricos. Los pulmones, antes libres, se sienten ahora encarcelados en las costillas que los presionanconstantemente.
¿Y los músculos abdominales? ¿Dónde se encuentran aquéllos que consideraba mi “ojito derecho”? No importa donde están. No importan todos los cambios habidos. No importan los malestares. No importa cómo quedará mi particular centro del universo, es decir, mi vientre, tras este viaje.
Cuando mi hija salga victoriosa y vea la luz por vez primera, estaré orgullosa de saber que, se quede como se quede y presente la apariencia que presente, mi tripa va a ser el resultado del triunfo de mi niña. Y su éxito en esta vida es lo que más me importa ahora.
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Es segunda vez que lo leo y es muy lindo. Gracias